Saturday, June 11, 2005

Incentivos e Información Contra la Corrupción

La naturaleza del ser humano es buscar lo que le satisface. En ciertas ocasiones la satisfacción se deriva de recibir dinero, en otras de consumir lo preferido, y a veces de ayudar a las personas menos favorecidas. La sociedad, sin embargo, se ve afectada con ciertas decisiones como el consumo de cigarrillo o la corrupción. Afortunadamente, existen incentivos para reducir estas actividades.
El incentivo financiero o económico es el más obvio. Incrementar los impuestos a los cigarrillos o mejorar el sueldo del vigilante de tránsito pueden provocar el efecto deseado. Sin embargo, existen dos tipos de incentivos que pueden ser igual o más efectivos que el económico. Steven Levitt, ganador de la medalla John Bates Clark otorgada al economista mas prominente menor de 40 años (varios ganadores de esta medalla han sido otorgados el premio Nobel), y Stephen Dubner así lo aseveran en el libro mas popular de la temporada en Estados Unidos, titulado “Freakonomics”. En Estados Unidos, el menor consumo de cigarrillos no solo se debe a mayores impuestos sino también a regulaciones que prohíben el fumar en sitios cerrados, creando un sentimiento de marginación social para los fumadores. A este incentivo social se suma un incentivo moral derivado de una campaña publicitaria en la que se advertía a la población que muchas actividades terroristas eran financiadas con la venta de algunos cigarrillos.
Ciertamente, muchos de los temas analizados en este libro se ajustan a una realidad distinta a la ecuatoriana. Sin embargo, los principios que se proponen son universales. Quisiera aprovechar de la genialidad de Levitt para proponer una solución al problema social que, sin temor a equivocarme, es el más grave que afronta nuestro país: la corrupción. Claramente mejorar los incentivos financieros para disminuir la corrupción es de difícil implementación dada la precaria situación económica del país. Por otro lado, gran parte de los incentivos morales se lograrán a través de un cambio cultural que genere una conciencia colectiva en la que robar (aunque sea una mínima cantidad) o no respetar la fila, por ejemplo, sean actos reprochables. Sin embargo, aun si existiese la voluntad política de orientar la educación en este sentido, este cambio requeriría varias generaciones.
Quedamos entonces con el incentivo social. Levitt presenta el ejemplo de páginas Web o reportajes televisivos en los que se publican las fotos de personas arrestadas por solicitar servicios de prostitución. La vergüenza de aparecer públicamente como un criminal puede por si sola reducir este tipo de actividad. Crear una iniciativa en el que personas encubiertas pongan a la luz pública los nombres y fotos de servidores públicos que aceptan coimas y de ciudadanos civiles que las ofrecen puede tener el efecto deseado.
Lo interesante es que esta iniciativa seria menos costosa e implementada rápidamente. Adicionalmente, se podría combatir la corrupción a alto nivel. El ejemplo más claro es el caso de China en donde el Internet, a pesar de limitaciones para acceder a él, se ha convertido en el arma más importante para combatir la corrupción. En más de una ocasión, evidencia escrita o gráfica enviada por ciudadanos comunes a activistas que operan populares páginas de Internet ha desencadenado el repudio público y consecuente apresamiento de funcionarios al más alto nivel. Otro ejemplo, más cercano a nuestra realidad, fueron los famosos “Vladivideos” que pusieron al descubierto la red de corrupción del gobierno de Fujimori y desencadenaron su caída. En Ecuador, por el contrario, a pesar de que existe una Comisión Anticorrupción, el tipo de información no permite que se genere la conciencia social que una foto en Internet o un video en televisión producen. La información tiene un extraordinario poder; muchos ecuatorianos están en posición de generarla y cambiar el rumbo de nuestro querido país.